Lecciones aprendidas sobre la participación de la entrenadora de éxito Kelli

Siempre hay cosas en la vida que desearíamos haber hecho de otra manera, y quiero compartir la historia de uno de esos momentos. La importancia de reflexionar sobre estos momentos no es para darnos una patada cuando estamos deprimidos, sino para sacar una lección de la que podamos aprender. Me tomé el tiempo de reflexionar sobre uno de estos momentos de mi carrera universitaria para, con suerte, transmitir algunas lecciones útiles a mis estudiantes que van a entrar en el trimestre de primavera II.

Recuerdo mi primera clase de mi carrera universitaria, no lo que se aprendió exactamente, pero recuerdo la sensación. Entré con un conocido que hice en la orientación y tomé la decisión consciente de sentarme en la primera fila de la sala de conferencias de 450 personas. Había oído que era importante ser visto y escuchado en una clase tan grande, pero esto no duró mucho. Avancemos hasta mi último año y, en las pocas clases en las que usted pudo encontrarme, me sentaba en la última fila de la esquina. Mi cabeza solía estar entre los brazos y, más a menudo de lo que me gustaría admitir, abandonaba la clase en 10 minutos. Mis clases en el último año eran súper fáciles, pero con el tiempo este descuido me afectó. Había decidido que quería continuar mi educación en la Universidad de Búfalo y cursar un máster, y todos sabemos lo que eso significa: cartas de recomendación. La primera vino de mi supervisor en el trabajo, pero la otra tenía que venir de un profesor mío y ahí empezó el problema. Me devané los sesos pensando en los profesores con los que había tenido una relación laboral en el último semestre. No se me ocurrió nada. Acabé solicitando la carta a un profesor de una clase en la que me había ido bien, pero me la rechazaron enseguida. Me quedé destrozada pensando que esto sería lo que me impediría entrar en la escuela de posgrado. El correo electrónico que recibí decía básicamente: "No puedo escribir a usted una carta de recomendación porque no tengo nada en qué basarme". Esta fue una de esas duras lecciones que llegaron en un momento crucial de mi vida, pero mirando atrás me alegro de haber tenido esta experiencia. Tanto si usted está en un aula como en un ordenador, la participación es la clave del éxito. Todo cae en su sitio si usted saca el cuello y hace su trabajo. Lección aprendida: esfuérzate siempre, ve a clase y comparte tus ideas. ¡La participación es la clave!